Hablaba
dándome la espalda, con la incertidumbre del que ha sido dañado y espera un
nuevo ataque en algún momento. Cualquiera podría ser su enemigo a estas alturas.
Yo disparaba fotografías, ella disparaba acontecimientos. Cada movimiento suyo
iba acompañado por un retazo de vida que acomodaba en el aire, igual que hizo
antes con su ropa sobre el sofá. ¿Quieres seguir?- me refería a la sesión; Por
supuesto- se refería a lanzarse al vacío del todo. Erre, cada vez más cómoda al
haberse liberado de su ropa, se liberaba a la par de otras cargas, esas que no
se ven desde fuera pero que queman y consumen por dentro.
- Me equivoqué de
Príncipe. Igual me equivoqué de cuento y me metí en el que todos los papeles estaban
ya repartidos y me dieron uno para rellenar y tenerme callada pero, ¿sabes una
cosa?
Yo incorporo mi
espalda y saco mi ojo del visor de la cámara esperando la respuesta.
- Ahora el cuento
lo escribo yo. Ahora yo soy el humo,
el ladrón, el consumo, la
rabia y la emperatriz.* ¿Ves ese montón de ropa?, esa era yo antes- y diciendo eso,
se volteó para mirar de frente a la cámara, puso sus brazos en jarra y me lanzó
un “¡Vamos, enfoca!, yo estoy completamente preparada.”
Nos dimos
las gracias, yo por depositar su confianza en mí, ella por mi respeto hacia
aquella novedad.
Al salir
del apartamento se detuvo para clavarme por última vez sus ojos y decirme muy
seria: la próxima vez quiero música de fondo.
Después
sonrió.
*De la canción de Mäbu ”Si me quieres lejos”