Dame
una idea, la que sea. Dame un motivo, una foto de esas que me llegan sin
esperar, una canción que suene desde la otra habitación, da igual si la he
escuchado mil veces. Dame literatura de salón para plagiar, para convertirla en
texto económico de arrastrar por las aceras. Pero no me oyes o ni siquiera
sabes que te estoy hablando o viniste alguna vez caminando entre piedras para
procurarme el aliento que me faltaba y ahora ya no estás aquí.
Vivir
de una musa es de tristes, quizá sea eso. Pero te necesito. Te echo de menos
como aquel día que me llevaste al barrio con una foto en el bolsillo, como la
mañana en que la ropa dejó de ser una cadena y los miedos quedaron grabados
para siempre en cien fotogramas para mirar con ojos diferentes. Vuelve como las
noches en vela del verano, como los poemas que me hicieron creer poeta. Vuelve
como antes de la caída a los infiernos o como el día que emergí a flote contra
todo pronóstico. Regresa ya, como en las frases sueltas, en los versos
inconexos, en las palabras dichas sin querer. Como cuando aún no sabía de tu
existencia y me consideraba autor de lo que se erigía a mi alrededor por
méritos propios. Iluso, infeliz de mí.
Vuelve
como los sueños que no se cumplen, como las promesas quebrantadas, como las
palabras y el viento. Porque mientras pienso en ti, la pantalla sigue pálida,
demasiado lejos de mis intenciones, a burlas con mi voluntad de darle color.
Por eso te digo que no es dejadez. Es una puta sequía de ideas desde que
empaquetaste tus cosas y me dejaste a vivir conmigo mismo.
¿Te
molesta que te llame “musa”?, ¿es eso? Quizá inventarte un nombre te traiga de
nuevo a esta parte de la playa donde la arena permanece húmeda y se divisan los
nubarrones del horizonte. Te hago un sitio. Mira, siéntate aquí, a mi lado. Me
muevo un poco y hay espacio para los dos. Tú pones la letra, yo la mecánica y a
esperar a que algo suene, ¿qué te parece?
Sigues
sin hablar.
No
voy a insistir. No quiero agotarte. Sabes donde estoy, conoces mis hábitos de
insomnio y mis ideas a deshora. Te esperaría pero, en fin, sigue tu camino,
medita tus nuevos pasos, marca bien tus huellas en la playa que elijas.
Yo estaré en la mía, con los nubarrones a lo lejos y los dedos sobre el teclado.
Yo estaré en la mía, con los nubarrones a lo lejos y los dedos sobre el teclado.
a veces pasa, maldad rachas....
ResponderEliminara mí estos días me han salvado los cuentos de princesas 😉
la foto maravillosa. ..
Geniales tus cuentos 😄. Un beso
EliminarAlguna vez hay que rogarle a las musas que nos dejen en paz.
ResponderEliminarNo he llegado a ese punto. Quizá alguna vez, pero por ahora soy de trato esporádico.
EliminarYo también he pasado un largo tiempo en el que tenia la sensación de no tener nada que decir, o mas bien...que no era interesante... pero me he dado cuenta, de que mi musa es la tristeza, ella saca lo mejor de mi.
ResponderEliminarEs curioso, la verdad. Cuando me siento bien, me vuelvo muda.
Han sido 3 años de silencio, pero déjame que te diga, que el que lleva a un poeta dentro... siempre termina volviendo, solo tienes que tener paciencia. un abrazo enorme.
Hola Laura!! Pues es verdad que en los momentos de calma se escribe menos, al menos a mi también me ocurre. Pero hay que dejarse llevar, a lo mejor sale algo q merece la pena, nunca se sabe. Un beso
EliminarEso es muy personal Les pasa a todos aunque yo siempre tengo algo que decir jajajaja abrazos buen texto
ResponderEliminarEso lo considero una suerte o un don. Cuando no tengo nada en la cabeza, no puedo escribir nada. Pero ni una línea, y no soy precisamente de amontona ideas.
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