Para un minuto que salgo a tirar la basura, llueve. Bueno, en realidad creo que lleva todo el día así pero esta manía de no querer mirar por la ventana que estoy adoptando me prohíbe conocer lo que pasa más allá de las cortinas.
Y es que estoy muy saturado de elementos externos. Pensé, al principio, que este confinamiento sería una especie de amortajamiento en vida, pero está resultando algo más parecido a una gymkana. De todos los elementos que me llegan del exterior solo me quedo con dos: el WhatsApp de los amigos y la clase de mantenimiento físico que mi amiga Ana nos da cada tarde vía Skype. El virus quizá no nos afecte, pero los glúteos ya mismo se nos ponen en huelga por culpa de la "Reina de las sentadillas". Gracias a ambas maneras de salir del interior continuo, cambiamos la paranoia constante por ratos de reírnos, aunque sea por no llorar.
De la seriedad del aislamiento ya hablaré otro día (será por días). Eso sí: de la ruin y mierdosa clase política de este país (de ambos lados, que luego me encasillan) y de aquellos que los defienden a muerte, no hablaré. Allá cada cual.
Salud para todos.
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