
Dios bendiga todo roce de tu piel, cada cruce incontrolado entre cuerpos que se erizan con la misma rapidez e intensidad que nos atraviesa la corriente eléctrica. Porque el roce es electricidad. Es calor. Es color. Un instante que hace que todo el universo se detenga como colgado de un fino hilo en un espacio vacío. Un roce (sólo un roce) paraliza las mareas, contiene el avance de las nubes, eleva las almas, santifica los momentos.
Piel contra piel. Por
minúscula que sea la porción de esta, conseguirá descontrolar el pulso e
inventar nombres nuevos a la euforia de saberse querido, saberse sentido.
Cualquier imagen de piel rozada
vale más que mil palabras aunque las palabras contigo hablen como bálsamo. Y
quizá esta locura transitoria esté lejos de cualquier medicamento y yo no sea
digno de tenerte en mi presencia, pero si algo comprendí bajo las alas de la fiebre es que un solo roce tuyo bastará para sanarme.
AMÉN
(Fotos de la web CULTURA INQUIETA)
(Fotos de la web CULTURA INQUIETA)