Soy un desastre psicológico, a pique contra yo qué sé qué, dando menos pasos hacia adelante de los que debiera y errando, del verbo equivocarse, en reflexivo, con demasiada frecuencia.
Esta mañana alguien ha dicho “…en ese momento comprendí la expresión “estar rota”, porque yo me sentía desmembrada, cada parte de mi cuerpo estaba muy alejada de la otra”… yo he asentido, y me he unido a la conversación con un “así es como yo me siento”.
Estoy haciendo daño a mucha gente, a mí el primero. A gente que quiero mucho y que, por ese motivo, no me cambian por otro, aunque ganas no les falten. Alguien ha llegado a decirme “es que ya no te entiendo”, aunque esta cabeza a la deriva crea que sigue actuando como lo lleva haciendo toda su vida.
Pero no, no es así. Algo falla. Y este motor tiene alguna pieza que no hace bien su función, lo jodido es saber cuál. Estoy en un momento de vuelo sin motor, de caída libre y sin saber si podré superar el golpe, si, definitivamente llega. Soy un desastre psicológico, repito, y no me encuentro bien. ¿Tan mal estoy haciendo las cosas últimamente?.
Lo sencillo es huir en estos casos, o, como Penélope, esperar en la estación a que llegue el “tren de las soluciones mágicas”. Quizá tenga que tomar una de esas dos opciones antes de que esta esquizofrenia sin diagnosticar se vuelva un parte médico con baja de por vida.
Huir, no sé, no es mi estilo. No tengo alas, no puedo volar.
Esperar… llevo tanto tiempo esperando que…
Por Dios, me quedan cinco días para tener las vacaciones que tanto necesito; Tomaré la opción B.
Voy a esperar.