Tu mejor sonrisa ha sido la despedida con la que te has marchado esta tarde, y no he tenido más remedio que agradecértela dejando atrás mi inmadura timidez. En estos días, gestos tan sencillos (y tan económicos) como una sonrisa (si es sincera, mucho mejor), pueden llenar todo el vacío y toda la sequedad que proporciona la falta de motivación.
Pero, últimamente, desde hace unos meses, cada mañana me saludabas con un gesto, tan mudo como una “perfecta” sonrisa y tan grande como un “¡BUENOS DÍAS, POR LA MAÑANA!”, que me proporcionaba ese “buen rollito” que necesitamos para sentirnos “alguien” la gente como yo.
Espero (y sé que mis compañeros también) que todo te vaya bien en lo que emprendas; que la boda de tu hermana sea la leche! y que te pases por allí un día de éstos para saludarnos… así, a tu manera…
…con una sonrisa.
Gracias.
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