Entonces se levantó de la mesa, se quitó el manto y se ató una toalla a la cintura. Echó agua en un recipiente y se puso a lavar los pies de los discípulos; y luego se los secaba con la toalla que se había atado. […]
Cuando terminó de lavarles los pies, se puso de nuevo el manto, volvió a la mesa y les dijo: “¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Me llamáis Maestro y Señor, y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, siendo el Señor y el Maestro, os he lavado los pies, también vosotros lavaréis los pies unos a otros. Yo os he dado ejemplo, y vosotros debéis hacer como he hecho yo.
En verdad os digo: El servidor no es más que su patrón y el enviado no es más que el que lo envía”.
Del Evangelio de San Juan
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