Ocho horas de viaje para llegar a lo más alto del más lejano lugar. Muchas dudas y no pocos deseos de permanecer en mi sitio por mucho que me clave su aguijón una y otra vez. “Harto de estar harto” cargo la maleta de ropa, que no de ilusiones, y huyo; como si, después de todo, la culpa fuera mía. ¿Y al final? Al final me emociono; soy así de débil, lo sé y, además, no me importa (para imponer adjetivos a mi persona están los demás) y tiemblan mis labios nerviosos viendo cómo unos seres “imperfectos” son felices bailando con una escoba. Estos desperdicios de la sociedad sonríen cuando tu les sonríes y lloran si te ven llorar. Y aún así, con su poco “personalidad” son seres únicos e irrepetibles.
Cuerpos mal hechos… felices; con caras descompuestas… sonrientes; con pocas habilidades sociales… amables; con todo perdido en la vida… ilusionados. MAESTROS, al fin y al cabo… GENTE RESPETABLE, en definitiva.
He vuelto a “mi isla” para ser curado del mal endémico de la soberbia y la prepotencia de los que te convocan a una reunión tratándote de “usted” cuando, en el día a día, te ignoran.
Continuo en terapia.
Y es que si no fuera por esa GENTE RESPETABLE, ya te digo yo a tí quién trabajaba en una empresa como ésta.
ResponderEliminarDisfruta de la terapia de cariño incondicional!
ResponderEliminarSolo lo q ayudamos a esos seres imperfectos conocemos y sabemos q algun dia cogeremos la maleta y en ella nos llevaremos la sonrisa,el cariño y las ilusiones de esa gente respetable q nosotros tanto valoramos
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