El abrazo protector de alguien, inmensamente mayor que tú, hace que te sientas seguro, no por tu capacidad, sino por la de quien te abraza. Confiamos en él, porque “es tan grande que no puede fallar”. A cada orden suya, solemos bajar la cabeza y asentir, debe tener razón y quien no lo vea así, seguramente, será un necio. Al fin y al cabo, el poderoso es poderoso por más de una razón.
Pero, en ocasiones, el abrazo ahoga y la protección ya es condena. La falta de aliento es compañera al agotamiento y a la sensación de que una corriente rebelde se aproxima. Por eso, aunque haya quien te tilde de algo que, a ciencia cierta no eres, a veces la mejor terapia es abandonar ese abrazo y ponerte en manos de algún ser más pequeño, mas cercano a ti, en casi todo, y abrazaros mutuamente.
Si el daño llega, ya buscaréis otra salida.
Por mi parte, he decidido amanecer abrazado al pequeño…
Voy a sumarme a esa propuesta de amanecer abrazada a lo pequeño... voy a empezar a aplicarme el cuento, lo mismo me cambia el miércoles! :)
ResponderEliminarPues como mi cerebro no es tan profundo, solo se me ocurre una cosa:
ResponderEliminarBienvenido a YOIGO