Soy una persona muy maniática, el que me conoce, aunque solo sea un poco, lo sabrá; y muy ritualista, me gusta hacer las cosas de la manera más parecida posible de una vez para otra, porque si no es así, sale mi vena autista y me bloqueo con facilidad. Por eso, cada día abro mi buzón; aunque sea, siempre, para sacar cartas de Cajamar y propaganda del Restaurante Chino que encarte, junto con el calendario de “Fontaneros 24 horas”; única y exclusivamente. No espero nada en especial; hace mucho tiempo que dejaron de llegarme aquellos sobres, con sus sellos, de los de pegar con el lametón. Pero, aún así, soy fiel a mi ritual, y no me puedo acostar si ese día no me he dado el paseíto hasta el buzón.
Pero con el correo electrónico la cosa es más grave aún. No es que lo mire a diario, es que cada día lo puedo abrir veinte o treinta veces. Igual, para no recibir nada. Aquí no me llegan avisos del banco; a lo más, los palizas estos de Privalia y similares. Creerán que necesito una maleta de cuero, unas sandalias de señora, un libro de Pocoyó y un edredón nórdico, porque si no es así, no entiendo tanta insistencia. También me llega algún aviso de algún amiguete muy querido, proponiéndome una barbacoa en la playa, que se pospone (por cierto, yo siempre he creído que se escribía “postpone”… bendito corrector) y se pospone y se pospone… y ya, si acaso, la prepararemos para el verano siguiente.
Pero lo que más me crispa, y eso sí que no sé cómo evitarlo, son los correos no deseados que me invitan a alargar mi pene. Creo que el contenido es eso, porque viene en inglés, pero si no es ese, no debe diferir mucho. A diario, dos o tres correos para alargar mi miembro… pero, ¿esta gente me conoce a mí de algo?
¿¿No decían que el tamaño no importaba??; pues con tanto envío, te están provocando para que cojas el metro y te lo ubiques ahí mismo para comprobar, si realmente, los correos te están llegando por necesidad o por un descuido del servidor. Al menos, consuela saber… que a casi todo el mundo le llegan (aunque pocos lo reconozcan).
Yo, por si acaso me entran las dudas, he escondido todos los metros y las reglas de mi casa y me he autopropuesto no abrir más la bandeja de correos no deseados, porque, realmente, no son deseados, ni deseables.
Ah, y siempre cabe la opción de, cada vez que vaya a la ducha, mirarme en el espejo… y hacer el elefante!!!
Y es que, las comparaciones son odiosas, para todo.
Salud para tod@s
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