Es indudable que la visión era espectacular, desde el mirador de lo más alto del Puerto de Tarifa, la panorámica era nítida, tan clara que hasta se podían ver las grúas al otro lado del Estrecho. Se podían distinguir, incluso las calles del comienzo de otro continente, así, a simple vista.
Cuesta creer que, ese espacio tan limpio y tan escueto, se haya tragado a tanta gente que, con toda seguridad, huiría del hambre; de su hambre y del hambre de sus familias. Es increíble ver como los ferris atraviesan en treinta y cinco minutos lo que otros recorren en cuatro días. Puede parecer absurda tanta miseria y tanta muerte en tan poco espacio de mar. Puede parecerlo, porque lo es.
Alguien, en aquel mirador, comentó con bastante entusiasmo “¡qué cerca!”.
Desde allí nos mirarán de otra manera, pensando, quizá, “¡qué lejos!”.
Pero leyendo a ti, se juntan las voces y gritamos: "¡qué bonito!"
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