Qué difícil es dar a los hijos la actividad que ellos necesitan. Pretendemos darles siempre lo mejor; esta salida, este cine, esta fiesta, este paseo… pero pocas veces nos paramos a preguntarles qué quieren realmente. Quizá, de primera no sepan contestar o digan cualquier tontería… pero, ¿en un segundo intento?, ¿o en un tercero?
Nadie nos puede juzgar mal, ni ellos tan siquiera, por pretender hacerles felices y copar su infinito pasar de horas en los días del verano, pero que nos cuesta, y mucho… tampoco se puede discutir.
Hoy María bailó en una caseta de la Feria. Ayer fuimos de Centro Comercial, mañana quizás a la playa… ¡Uf!, todo por ellas. Nuestro tiempo de descanso es agotador, y aún así, quieren más… porque lo necesitan.
Ojalá, cuando pasen los años, nuestros hijos sean personas felices, que valoren el esfuerzo de sus padres y la dedicación que les hemos regalado en cada minuto; y recuerden estos días de verano como días de deseada felicidad, de esos que serán añorados cuando ya no sean tan niños.
Y si no es así, nos conformaremos, quizá hayamos cometido algún error. Habrá que reconocerlo, va en nuestra nómina.
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