El hámster giraba en la noria de su jaula impulsando con diminutas patitas el movimiento circular, infinito, de un cosmos efímero de apenas once centímetros de diámetro. Impulsaba pero no avanzaba y, al tiempo, disparaba sus latidos con el propósito de llegar a algún sitio sin saber que corría en una jaula dentro de una jaula. El hámster era tranquilo, roía frutos secos y miraba a través de las rejas, volteando la cabeza al compás de los movimientos de unos mofletes hinchados de virutas de pipas y granos de maíz frito. Desde fuera se podría decir que era un ser inferior, desde dentro, él veía la inmensidad.
El hámster era tranquilo pero una mañana dejó la noria por un instante, aún a sabiendas de que era su único hogar. Aprendió a abrir la jaula. Ya había aprendido.
Ahora cada cual que saque su propia conclusión.
Salud para todos.
Salud para todos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Ahora TÚ me cuentas